martes, 29 de julio de 2014

La percepción del Símbolo




Por lo común, cuando nos hablan de símbolos, solemos asociar su significado e implicancias a toda una vertiente de pensamiento que relaciona el símbolo a un significado sacro, proveniente desde tiempos inmemorables y de un origen cercano a los mitos. El significado de estos símbolos se aprecia, desde este punto de vista, como un significado único, que trasciende a las palabras y que puede ser apreciado por medio de la contemplación. Es decir, por medio de una atención casi flotante, donde el significado del símbolo llegaría a nosotros por inspiración divina, o por el recuerdo de aquellos arquetipos que vienen acompañando a nuestra especie desde generaciones ya perdidas en el tiempo.

El significado del símbolo nos entregaría, aquello que los filósofos han llamado el saber de salvación, en el cual el contenido simbólico nos entregaría la posibilidad de desarrollar un cierto conocimiento que nos lleve a situarnos en el mundo de una manera más virtuosa.

El sentido común que se asocia a los símbolos, como se dijo anteriormente, se alimenta de toda una vertiente de pensamiento que se encuentra fuertemente influenciada por un saber hermenéutico, es decir, que por medio de la interpretación de aquello que es el misterio, podemos llegar a develar un significado determinado a partir de un cierto contenido. Para ello suelen utilizarse ciertos códigos de interpretación, como por ejemplo, el saber hermético (de ahí hermenéutico), donde el significado de los símbolos solo es accesible a aquellos que pertenecen a un cierto tipo de clase social. He aquí que el significado único del símbolo obedece a un código de interpretación, por medio del cual se puede “leer” a éste.

Sin salir de la hermenéutica, el psicoanálisis aporta algunos cambios sustanciales para entender al símbolo. Freud nos dice que el significado simbólico de algún contenido, como por ejemplo de los sueños, no tiene un significado único. La lectura a partir de un código queda suspendida luego de sus estudios sobre el sueño, donde se da cuenta que el significado simbólico obedece a una dinámica económica de la psique, esto quiere decir que los contenidos del inconsciente se despliegan mediante una ligazón, otorgándole el sentido al símbolo. Nótese que aquí surge un cambio interesante, y no menor, pues como decíamos, sin salir de la hermenéutica Freud nos dice que el significado simbólico ya no esta en un afuera, no es una realidad externa, sino que aparece a través de los contenidos del inconsciente, que si bien tienen un arraigo social, se juegan en la intimidad del inconsciente personal.

Frente a esto, otro conocido psicoanalista, de apellido Jung nos dice que aquellos contenidos inconscientes no son tan individuales como parecen, sino que habría un contenido arquetípico por medio del cual nosotros podemos llegar a simbolizar. Así por ejemplo, tenemos el arquetipo del Padre universal, o el arquetipo de la Muerte, vehiculizado, como sabemos, por la calavera. Estos significados vienen desde antes del nacimiento cargados genéticamente en una memoria que es común a toda nuestra especie y que tiene un origen filogenético.

Una nueva propuesta.

Existen diversas disciplinas que se preocupan de investigar la cognición humana, es decir, la capacidad de “generar” significado, entre ellas se encuentran la biología, la filosofía, la psicología, la teología, entre otras.

En la década de los 40´ y 50´ se comienza a desarrollar aquello que se conoce como la cibernética, un enfoque interdisciplinario que es fundamental para el posterior desarrollo de una nueva perspectiva en ciencias cognitivas, donde se plantea que los sistemas, y por supuesto los sistemas vivos, son capaces de manipular símbolos, es decir información, sobre una base de normas que llevaría al sistema a mantener su funcionalidad en un ambiente determinado. Cabe destacar, que aquí aun nos mantenemos en una postura donde la persona, es decir el sistema, procesa información desde el ambiente externo, y lo hace por medio de un procesador central que vendría a ser el cerebro y el sistema nervioso central. Sin embargo, nos dice Varela, “en los cerebros mismos no existen normas, ni un procesador de lógica central, ni su información se encuentra almacenada en direcciones precisas. En lugar de eso, los cerebros parecen operar sobre la base de interconexiones masivas, de una manera distribuida, de modo que su misma conectividad cambie como resultado de la experiencia” (Varela, 2000).

Esta “oscura cita” nos revela un conocimiento que se ha venido desarrollando a partir de la década de los 70´ y que da cuenta de una nueva percepción acerca de cómo podemos llegar a conocer el significado de los símbolos.

Varela nos dice que incluso las funciones perceputales mas simples, en el organismo mas simple realizan un procesamiento de la información que es altamente complejo y que supera por creces la capacidad de poder llegar a procesar la información de una manera secuencial (es decir, un elemento, y luego otro, y luego otro, etc.), y este modo complejo de procesamiento ocurre por medio de lo que el autor llamará una organización emergente. Esto es muy importante, ya que quiere decir que los símbolos no son el punto de partida de los significados. El sentido no surge a partir de un BIT de información, no surge a partir de un código preestablecido, ni de arquetipos, ni de significantes, sino que surge a partir de elementos casi caóticos que operan localmente, pero que debido a la estructura en red del organismo emerge una perspectiva o un significado global emergente desde esa complejidad.

Como se ha descubierto recientemente, las neuronas son capaces de formar nuevas conexiones a partir de la experiencia, de aquí se desprende que “la conectividad del sistema se vuelve inseparable de la historia de su transformación”. (Varela 2000), esto quiere decir, que en la significación simbólica existe una determinación histórica en la cual se desplegará la emergencia de significado.

Esto es sumamente relevante, ya que lo anterior sugiere que los símbolos no tienen función alguna por si mismos, no representan nada, no quieren decir absolutamente nada. Por ejemplo, si se separa un mandala de su observador, el mandala no tiene significado, tampoco lo tiene un triangulo de luces.

Con esto podemos notar que el significado no se encuentra afuera como algo dado y pre-existente, pero tampoco se encuentra en el observador, el significado surge en la determinación histórica corporal y social, la que se está jugando constantemente, y a cada instante. “sujeto y objeto están en una relación de mutua especificación: surgen conjuntamente” (Varela, 2000).

Esta nueva propuesta opera en todos los niveles: a nivel de comunicación humana, a nivel de percepción biológica, a nivel de constitución física, y a nivel de significación, entre otros.

En conclusión el significado del símbolo, desde esta perspectiva, no tiene que ver con algo que sea ajeno a nuestra propia experiencia, se activa en lo cotidiano, en lo histórico, y en definitiva en lo emergente.


Autor: InDeMnE

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