La
Tierra, el planeta en que vivimos, existe desde mucho antes que el hombre. La
teoría científica más aceptada sostiene que unos 2000 millones de años atrás el
Cosmos formaba parte de una nebulosa en constante y gigantesca rotación. De esa
nebulosa se habrían desprendido gran cantidad de partículas que dieron origen a
las estrellas y sus planetas. Una de aquéllas sería el Sol; uno de éstos, la
Tierra. A partir de ese origen, nuestro planeta habría pasado por cinco
períodos o eras:
-
Azoica (sin vida): durante unos 1500 millones de años la Tierra se fue
enfriando y consolidando, sin existir en ella ninguna forma de vida vegetal o
animal.
-
Paleozoica (vida antigua) o primaria: durante unos 300 millones de años
crecieron enormes vegetales y aparecieron moluscos, peces y animales anfibios.
-
Mesozoica (vida intermedia) o secundaria: en el transcurso de unos 100 millones
de años habrían aparecido enormes reptiles y aves.
-
Cenozoica (vida nueva) o terciaria: en un período que habría durado 50 millones
de años surgieron grandes mamíferos y el planeta comenzó a tomar su aspecto
actual, formándose mares y continentes.
-
Antropozoica (vida humana) o cuaternaria: los continentes fueron invadidos por
los hielos que, tras provocar la extinción de los grandes animales, se
retiraron y se acumularon en los polos. En el final de la era cuaternaria —o
sea durante el último millón de años— apareció el hombre.
“Al
principio creó Dios el Cielo y la Tierra…”
Lo
dicho más arriba es el resumen de teorías e investigaciones científicas sobre
el origen del planeta y del hombre. Podrá haber error en el cálculo de esos
millones de años de los que se ha hablado, como también en la antigüedad que se
atribuye al hombre, pero, indudablemente, las eras no fueron de corta duración
y la formación y poblamiento de la Tierra duró larguísimos siglos.
Todo
esto nos lleva hasta una pregunta que el ser humano se hace desde siempre:
Tierra y hombre, planeta y ser humano, ¿existen por casualidad o fueron creados
por un ser superior? La Filosofía —o sea el razonamiento hecho por la
inteligencia humana para buscar la verdad- llega a la conclusión de que todo
tiene que haber sido creado por un ser superior porque nada surge de la nada.
La fe religiosa nos dice que ese ser superior —al que nosotros llamamos Dios,
los hebreos Yahvé y los islámicos Alá— reveló a distintos hombres ser el
creador de la humanidad y de todo cuanto existe. Es por ello que la Biblia —el
gran libro que comenzó a escribirse en tiempos de Moisés y quedó cerrado en los
posteriores a Cristo— enseña que “al principio creó Dios el Cielo y la Tierra”.
La
Biblia describe esa creación en el Génesis, su primer libro. Allí se lee cómo
Dios dio origen a todo: tierras y aguas, astros y luz, animales y vegetales,
varón y mujer. Esa creación fue hecha por el Ser Supremo en seis días,
expresión que, con el significado de etapas o períodos, sucesivos o
superpuestos, casi coincide con las eras de las que hablan los científicos.
Historia
y prehistoria
Historia
es la investigación y el relato cronológicamente ordenado de los hechos del
pasado que tuvieron trascendencia para un grupo de hombres o para toda la
humanidad. Dicho de otra manera, el objeto de la historia es la reconstrucción
del pasado para mejor entender los sucesos del presente y prepararnos para el
futuro. Si bien todo estudio del pasado es parte de la Historia, a su período
inicial lo llamamos prehistoria. A ésta se le fijan los siguientes límites: se
inicia con la creación del hombre y concluye con la invención de la escritura.
Creación
del hombre
El
relato bíblico aceptado por hebreos y cristianos nos dice: “Formó, pues, el
Señor Dios al hombre del lodo de la tierra e inspiróle en el rostro un soplo de
vida, y quedó hecho el hombre viviente con alma.” O sea que Dios al crear el
cuerpo del primer hombre no lo hizo de la nada, sino que se valió de una
materia preexistente, lodo de la tierra. Tomada esta descripción en sentido
figurado, podría entenderse que, con intervención divina, el cuerpo del primer
hombre fue el resultado de la transformación, de la evolución, de un ser vivo
anterior. Y de la unión de este organismo vivo evolucionado con el espíritu
—con el alma, con el soplo de vida— nació el ser humano. O sea que para llegar
al hombre podría haberse producido una evolución querida y dispuesta por Dios;
evolución que cesó precisamente, al quedar formado el ser humano.
Los
años de la historia
La
sucesión de hechos humanos a través del tiempo se precisa mediante la fijación
de la fecha o del año en que cada uno de ellos ocurrió.
Hay
distintas maneras para determinar el tiempo. En la antigüedad, por ejemplo, los
romanos contaban los años a partir de la fundación de su ciudad, Roma. Los
hebreos siguen utilizando su propio calendario, cuya iniciación hacen coincidir
con la creación del hombre.
Gran
parte de la humanidad acepta y usa el calendario cristiano, que tiene por fecha
de comienzo la que se fijó como del nacimiento de Cristo. Todo lo ocurrido con
anterioridad se indica con las iniciales a.J.C. o a.C. (antes de Jesucristo o
antes de Cristo) o anteponiendo el signo — a una cifra.
El
hombre primitivo
El
hombre de los primeros tiempos, el hombre primitivo como se suele llamarlo, fue
desde siempre un ser inteligente, libre y dotado de voluntad. Esto lo
diferenció de los animales que lo rodeaban y le permitió iniciar la larga
lucha, que sigue hasta nuestros días, para dominar la Tierra.
El
hombre primitivo carecía de todo y debió descubrir o inventar las cosas más
elementales. Tuvo que conocer su propio cuerpo, entender los fenómenos
naturales, buscar el alimento, defenderse de las bestias, conseguir un refugio
primero y construir una vivienda después, proveerse de vestimenta y calzado,
diferenciar los vegetales, obtener fuego y aprender a cultivar la tierra,
fabricar herramientas y armas simples. Todo esto lo pudo hacer —en medio de
estrecheces, de grandes dificultades y fracasos— porque distaba mucho de ser un
salvaje.
La
prehistoria
Los
grupos humanos primitivos pasaron por esta etapa de evolución social y
cultural, pero no todos lo hicieron a la vez. O sea que mientras distintas
porciones de la humanidad avanzaban gracias a los descubrimientos e inventos
que hacían, otras se desarrollaban muy lentamente o retrocedían.
De
esta etapa de la vida no hay, obviamente, documentos escritos, pero sí gran
cantidad de restos materiales, que aún se siguen encontrando, como monumentos
enormes, restos de precarias viviendas, dibujos hechos en cavernas y objetos de
piedra, hueso o metal.
Para
su mejor estudio se divide a la prehistoria en las siguientes edades:
-
Edad de la Piedra.
-
Edad de los Metales.
Edad
de la Piedra: comprende dos períodos:
-
Paleolítico (o de la Piedra Antigua).
-
Neolítico (o de la Piedra Nueva).
El
Paleolítico se habría prolongado hasta 10.000 años a.C. Se le da este nombre
porque los restos pétreos encontrados son rústicos, o sea que el hombre habría
llegado a tallar la piedra, pero no a pulirla. Durante este período el ser
humano debió sobrevivir, defenderse del clima y asegurar su alimentación. En
los primeros tiempos fue recolector de frutas y raíces, aprendiendo después a
pescar y a cazar. Esto último le permitió aprovechar de los animales la carne
para comer y la piel para vestirse. De la piedra tallada obtuvo puntas de
flechas, cuchillos, hachas, anzuelos y agujas. Descubrió que podía obtener
fuego mediante la frotación de dos maderas o golpeando una piedra con otra.
Inicialmente se refugió en cavernas y después comenzó a construir precarias viviendas
con piedras y maderas.
El
hombre del Paleolítico fue el creador del llamado arte rupestre, o sea la
pintura o grabado de figuras de animales en las paredes de las cavernas.
Todavía se conservan muestras de esto en las cuevas de Altamira (España) y
Lascaux (Francia). El descubrimiento de esqueletos en cavernas de Europa
permite suponer que se sepultaba a los muertos, por lo menos en algunas
comunidades.
El
Neolítico —entre los años 10.000 y 8.000 A.C— se diferenció del período
anterior porque en su transcurso el hombre aprendió a alisar la piedra. O sea
que al tallado del Paleolítico se agregó el pulido. Pero lo dicho no fue lo más
importante del Neolítico, en el que hubo otros logros muy importantes, como
éstos:
- El
hombre se hizo agricultor y ganadero al descubrir la germinación de la semilla
y al domesticar animales. Esto contribuyó a asegurarle su alimentación y lo
hizo abandonar el nomadismo —ir de un lugar a otro— para hacerse sedentario —o
sea radicarse en un lugar determinado— o semisedentario. En este último caso
estaban los pastores, que debían llevar sus animales por lugares cercanos o
distantes en busca de buenos pastos.
-
Invención de la rueda, difusión de la cerámica y aprovechamiento de los tejidos
hechos con lana y fibras para mejorar la vestimenta.
-
Creación de nuevos tipos de viviendas. El hombre aprendió a construir chozas de
madera e instalarlas sobre estacas en lugares altos —para defenderse de los
animales y de las inundaciones— o en las lagunas y sus orillas (viviendas lacustres).
Al
Neolítico pretenecen los llamados monumentos megalíticos {mega, grande; Litos,
piedra), aún existentes en Europa y que habrían tenido finalidad religiosa o
funeraria. Unos, los menhires, son enormes piedras clavadas verticalmente en
tierra; otros, los dólmenes, semejan gigantescas mesas formadas por dos piedras
verticales y una horizontal apoyada sobre ellas.
Dólmenes
en inglaterra
Stonehenge
por israsturcan, en Flickr.
Edad
de los Metales
Se
la divide en tres períodos: del Cobre, del Bronce y del Hierro.
Quizá
por casualidad el hombre descubrió el cobre, metal que se encuentra en estado
puro y es muy maleable. Inicialmente lo trabajó con martillos de piedra y
después aprendió a fundirlo, valiéndose para ello del fuego y moldes de
arcilla.
Edades
históricas
Creyendo
facilitar el estudio de la historia, un grupo de estudiosos europeos propuso
tiempo atrás dividirla en cuatro edades:
Edad
Antigua: Va desde el final de la prehistoria hasta la caída del Imperio Romano
de Occidente (año 476).
Edad
Media: Desde el año 476 hasta la desaparición del Imperio Romano de Oriente o
Imperio Bizantino (año 1.453) con la caída de Constantinopla.
Edad
Moderna: Desde el año 1.453 hasta la Revolución Francesa (año 1.789).
Edad
Contemporánea: Desde 1.789 hasta nuestros días.
Si
bien esta división se mantiene por costumbre, hoy se tiende a abandonarla
porque no se la considera ni universal ni apropiada para adaptarla a los
recientes sucesos.
Siempre
ayudado por el fuego, el hombre logró unir el cobre al estaño, otro metal. Esta
aleación, a la que se llamó bronce, resultó más resistente y permitió la
fabricación de armas —espadas, lanzas, cuchillos—, cascos y corazas, como
también instrumentos musicales y de trabajo (guadañas, tenazas, martillos).
Finalmente, se descubrió el hierro. Los pueblos que rápidamente lo utilizaron y
que poseían caballos lograron dominar más fácilmente a otros. En muchos casos,
el período del hierro pertenece a la historia propiamente dicha, porque todavía
en tiempos del bronce algunos grupos humanos ya habían inventado sistemas de
escritura.
La
escritura
La
escritura comenzó al inventar el hombre un sistema de signos visibles que
resultase comprensible para las otras personas. Inicialmente se valió
de
dibujos o pinturas que servían para la expresión visual de ideas, con lo que
encontró un medio distinto del idioma, que le permitía expresar esas ideas
únicamente de modo auditivo. A esta forma inicial se la denomina ideográfica,
porque manifestaba sentimientos, pensamientos o mensajes mediante un dibujo que
representaba esa idea. Más adelante, el hombre combinó dibujos con signos que
equivalían a sílabas o sonidos individuales. Finalmente llegó a crear un
sistema fonético de escritura, o sea la expresión de ideas, pensamientos,
mensajes, etc., por medio de dibujos articulados que representaban sonidos. Los
signos de la escritura fonética eran diferentes según el pueblo que los creaba
y utilizaba, aunque en muchos casos representaban sonidos iguales.
Stonehenge por israsturcan, en Flickr.
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