Existe un hermoso libro
escrito por el mexicano Diego Rubio Barrera con el título de “Jesucristo, el
gran desconocido” (1978), en donde expone una serie de pasajes que exaltan al
personaje y lo destacan como una figura extraordinaria, diferente, especial,
pero sobre todo humana. Ante todo, no queda duda de que existió históricamente
y en cuanto a ello se tejen una serie de opiniones. Aquí señalamos un dato que
lo consigna el procónsul Publius Lentulius, que al parecer lo conoció
personalmente, aunque algunos dudan de esta veracidad. Pero dice: "Es de
elevada estatura, distinguido, de rostro venerable. Sus cabellos, ensortijados
y rizados de color muy oscuro y brillante, flotando sobre las espaldas, al modo
de los nazarenos. La frente es despejada y serena, el rostro sin arruga ni
mancha. Su nariz y boca son regulares. La barba abundante y partida al medio.
Los ojos color gris azulado, claros, plácidos y brillantes resplandecen en su
rostro como rayos de sol, de modo que nadie puede mirarle fijo. Cuando reprende
es terrible; cuando amonesta, dulce, amable, alegre, sin perder nunca la
gravedad. Jamás se le ha visto reír, pero sí llorar con frecuencia”.
La carta de Pilatos a
Tiberio, es igual de sorprendente: “Su pelo y su barba le confirieron a su
apariencia un aspecto celestial, parecía tener unos treinta años, nunca antes
había visto una faz tan amable o simpática, qué diferencia tan grande había
entre él y los que lo escuchaban, con sus barbas negras y su tez clara, como no
deseaba molestarle con mi presencia proseguí mi camino indicándole sin embargo
a mi secretario que se uniera al grupo y escuchara, más tarde mi secretario me
informó que jamás había leído en las obras de los filósofos nada que se pudiera
comparar con las enseñanzas de Jesús. Me informó que Jesús no era ni seductor
ni agitador, por ello decidimos protegerle. Era libre de actuar, de hablar y de
reunir al pueblo, esta libertad ilimitada provocaba a los judíos, los indignaba
y los irritaba, no a los pobres sino a los ricos y poderosos, más tarde escribí
una carta a Jesús y le pedí una entrevista con él en el pretorio, acudió,
cuando el Nazareno apareció estaba dando yo mi paseo matinal y al mirarle mis
pies parecían aferrados con correas de hierro al piso de mármol, temblando yo
con todo el cuerpo, cual ser un culpable a pesar de que él estaba tranquilo;
sin moverme admire durante un rato a este hombre excepcional, nada había en él
y en su carácter que fuera repulsivo pero en su presencia sentí un profundo
respeto…”
George Hunt Williamson, en
“Sagred Places of the Lion”, dice: “¿Estaría encerrado en un cuerpo demacrado
como es hoy representado colgando en la Cruz el hombre más perfecto de todos
los tiempos? ¡No, mil veces no! Jesús era perfecto —espiritual, mental y
físicamente! Su cuerpo era firme y
fuerte, no mostrando suavidad o delicadez no masculina. Se veía como si fuera
moldeado del mármol más fino; no había mancha o marca sobre Él. Era claro y hermoso, y flexible como el
atleta más fino”.
"Tenía seis pies de
alto y pesaba aproximadamente ciento ochenta libras. Su cabello era rojo dorado y lo usaba corto
al estilo romano. Tenía sólo una
sugerencia de barba dorada, pero la permitió crecer más larga durante el último
año antes de la Última Cena. Su cara no
era suave y femenina; era finamente cincelada y poseía líneas fuertes y
masculina; su quijada era de buen porte y cuadrada; la frente alta, con una
ligera protuberancia que era perceptible más a un tiempo que a otro”. Por su
parte José Luis Martín Descalzo, en “Vida y Misterio de Jesús de Nazaret”,
expresa: “Que Jesús era un hombre excepcional, un verdadero genio religioso, es
algo que no niegan ni los mayores enemigos del mundo de la fe. Ante su figura
se han inclinado los mismos que han combatido su obra. Y su misterio humano
desborda a cuantos, armados de sus instrumentos psicológicos, han acudido a él
para trazar la semblanza de su personalidad”.
Volviendo al libro de Diego
Rubio Barrera, los evangelios hablan de Jesús pero no dicen todo. El de Marcos
fue escrito en el año 60 en base a lo que le contó Pedro, el de la negación,
aquel que muchas veces manifestó no entenderlo; los de Mateo y Lucas en el año
70; el evangelio de Juan fue escrito en el año 90, después de hablar con Dios
en la isla de Patmos. En todo caso, son descripciones aisladas del personaje,
nada seguras. Por eso dicen que los Apócrifos son los que se acercan más a la
verdad sobre la vida de este Hombre. El autor cita que a raíz de la Anunciación
se dijo que “Él será Grande y llamado Hijo del Altísimo, reinará en la casa de
Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin…”. Jesús tenía 12 años cuando
el incidente de su extravío y encuentro con los doctores de la ley conversando
de cosas importantes y su malestar porque “no sabéis que estoy ocupado en las
cosas de mi Padre”. Que cuando niño fue travieso, caprichoso, que hacía alarde
de poder y ya asomaba como un ser extraordinario. Y bien, hay tanto qué decir y
tanto se ha dicho, que ha ocupado y seguirá ocupando, como ninguno otro, todos
los espacios de los escritores, aunque algunos todavía nieguen su existencia,
posición intransigente e inútil.
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