Por lo común, cuando nos hablan de símbolos, solemos asociar
su significado e implicancias a toda una vertiente de pensamiento que relaciona
el símbolo a un significado sacro, proveniente desde tiempos inmemorables y de
un origen cercano a los mitos. El significado de estos símbolos se aprecia,
desde este punto de vista, como un significado único, que trasciende a las
palabras y que puede ser apreciado por medio de la contemplación. Es decir, por
medio de una atención casi flotante, donde el significado del símbolo llegaría
a nosotros por inspiración divina, o por el recuerdo de aquellos arquetipos que
vienen acompañando a nuestra especie desde generaciones ya perdidas en el
tiempo.
El significado del símbolo nos entregaría, aquello que los
filósofos han llamado el saber de salvación, en el cual el contenido simbólico
nos entregaría la posibilidad de desarrollar un cierto conocimiento que nos
lleve a situarnos en el mundo de una manera más virtuosa.
El sentido común que se asocia a los símbolos, como se dijo
anteriormente, se alimenta de toda una vertiente de pensamiento que se
encuentra fuertemente influenciada por un saber hermenéutico, es decir, que por
medio de la interpretación de aquello que es el misterio, podemos llegar a
develar un significado determinado a partir de un cierto contenido. Para ello
suelen utilizarse ciertos códigos de interpretación, como por ejemplo, el saber
hermético (de ahí hermenéutico), donde el significado de los símbolos solo es
accesible a aquellos que pertenecen a un cierto tipo de clase social. He aquí
que el significado único del símbolo obedece a un código de interpretación, por
medio del cual se puede “leer” a éste.
Sin salir de la hermenéutica, el psicoanálisis aporta
algunos cambios sustanciales para entender al símbolo. Freud nos dice que el
significado simbólico de algún contenido, como por ejemplo de los sueños, no
tiene un significado único. La lectura a partir de un código queda suspendida
luego de sus estudios sobre el sueño, donde se da cuenta que el significado
simbólico obedece a una dinámica económica de la psique, esto quiere decir que
los contenidos del inconsciente se despliegan mediante una ligazón, otorgándole
el sentido al símbolo. Nótese que aquí surge un cambio interesante, y no menor,
pues como decíamos, sin salir de la hermenéutica Freud nos dice que el
significado simbólico ya no esta en un afuera, no es una realidad externa, sino
que aparece a través de los contenidos del inconsciente, que si bien tienen un
arraigo social, se juegan en la intimidad del inconsciente personal.
Frente a esto, otro conocido psicoanalista, de apellido Jung
nos dice que aquellos contenidos inconscientes no son tan individuales como
parecen, sino que habría un contenido arquetípico por medio del cual nosotros
podemos llegar a simbolizar. Así por ejemplo, tenemos el arquetipo del Padre
universal, o el arquetipo de la Muerte, vehiculizado, como sabemos, por la
calavera. Estos significados vienen desde antes del nacimiento cargados
genéticamente en una memoria que es común a toda nuestra especie y que tiene un
origen filogenético.
Una nueva propuesta.
Existen diversas disciplinas que se preocupan de investigar
la cognición humana, es decir, la capacidad de “generar” significado, entre
ellas se encuentran la biología, la filosofía, la psicología, la teología,
entre otras.
En la década de los 40´ y 50´ se comienza a desarrollar
aquello que se conoce como la cibernética, un enfoque interdisciplinario que es
fundamental para el posterior desarrollo de una nueva perspectiva en ciencias
cognitivas, donde se plantea que los sistemas, y por supuesto los sistemas
vivos, son capaces de manipular símbolos, es decir información, sobre una base
de normas que llevaría al sistema a mantener su funcionalidad en un ambiente
determinado. Cabe destacar, que aquí aun nos mantenemos en una postura donde la
persona, es decir el sistema, procesa información desde el ambiente externo, y
lo hace por medio de un procesador central que vendría a ser el cerebro y el
sistema nervioso central. Sin embargo, nos dice Varela, “en los cerebros mismos
no existen normas, ni un procesador de lógica central, ni su información se
encuentra almacenada en direcciones precisas. En lugar de eso, los cerebros
parecen operar sobre la base de interconexiones masivas, de una manera
distribuida, de modo que su misma conectividad cambie como resultado de la
experiencia” (Varela, 2000).
Esta “oscura cita” nos revela un conocimiento que se ha
venido desarrollando a partir de la década de los 70´ y que da cuenta de una
nueva percepción acerca de cómo podemos llegar a conocer el significado de los
símbolos.
Varela nos dice que incluso las funciones perceputales mas
simples, en el organismo mas simple realizan un procesamiento de la información
que es altamente complejo y que supera por creces la capacidad de poder llegar
a procesar la información de una manera secuencial (es decir, un elemento, y
luego otro, y luego otro, etc.), y este modo complejo de procesamiento ocurre
por medio de lo que el autor llamará una organización emergente. Esto es muy
importante, ya que quiere decir que los símbolos no son el punto de partida de
los significados. El sentido no surge a partir de un BIT de información, no
surge a partir de un código preestablecido, ni de arquetipos, ni de
significantes, sino que surge a partir de elementos casi caóticos que operan
localmente, pero que debido a la estructura en red del organismo emerge una
perspectiva o un significado global emergente desde esa complejidad.
Como se ha descubierto recientemente, las neuronas son
capaces de formar nuevas conexiones a partir de la experiencia, de aquí se
desprende que “la conectividad del sistema se vuelve inseparable de la historia
de su transformación”. (Varela 2000), esto quiere decir, que en la
significación simbólica existe una determinación histórica en la cual se
desplegará la emergencia de significado.
Esto es sumamente relevante, ya que lo anterior sugiere que
los símbolos no tienen función alguna por si mismos, no representan nada, no
quieren decir absolutamente nada. Por ejemplo, si se separa un mandala de su
observador, el mandala no tiene significado, tampoco lo tiene un triangulo de
luces.
Con esto podemos notar que el significado no se encuentra
afuera como algo dado y pre-existente, pero tampoco se encuentra en el
observador, el significado surge en la determinación histórica corporal y
social, la que se está jugando constantemente, y a cada instante. “sujeto y
objeto están en una relación de mutua especificación: surgen conjuntamente”
(Varela, 2000).
Esta nueva propuesta opera en todos los niveles: a nivel de
comunicación humana, a nivel de percepción biológica, a nivel de constitución
física, y a nivel de significación, entre otros.
En conclusión el significado del símbolo, desde esta
perspectiva, no tiene que ver con algo que sea ajeno a nuestra propia
experiencia, se activa en lo cotidiano, en lo histórico, y en definitiva en lo
emergente.
Autor: InDeMnE
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